sábado, 13 de octubre de 2012

Mi relato de Coca Cola, "La pulga de oro"



    "Para ser hay que ser percibido, o si cae un árbol en el bosque y no hay nadie para escucharlo, ¿hace ruido el árbol?" George Berkeley.


Dicen que, en los pensamientos de un filósofo, habitaba una pulga famosa entre todas las demás por ser de un color dorado deslumbrante. 
Una mañana en cuál los rayos mañaneros del Sol no llegaban a alumbrar los ríos de asfalto, cortesía del hombre, la pulga se despertó y al ir a mirarse a su grandioso espejo descubrió algo: en la punta de una de sus patitas, el oro había desaparecido...
La rabia corría en su cuerpo, como llamas quemando la total felicidad que tenía. Como gran ejemplo de pulga que era, fue a poner remedio al problema yendo a ver al gran sabio de la ciudad. 
Apareció él, de cristal, el pulgón de cristal, transparente como las gotas de lluvia que han faltado en nuestras ventanas este pasado noviembre.
-Mire pulgón fíjese en dedo
Tras examinar el dedo de la pulga, el sabio comenzó su discurso
-Quisiera que supiese, que conozco millones de tintes, que pueden cubrir esa imperfección, pero por lo que su mirada muestra, ¿ese no es su objetivo verdad?
- La verdad, no. Me gustaría, ser normal, con mis imperfecciones y no tener este tinte cubriéndome de arriba hasta abajo.
-Eso tiene fácil solución -interrumpió el sabio- lo que uno guarda bajo su capa de oro, al cabo del tiempo, se acaba sabiendo..
-Lo sé, pero hay algo, quizá sea una persona, o todas, que me obliga a pintarme.
El sabio contempló extrañado y dejó que continuara:
-Sí, como lo oye. Desde que apareció en mi vida , ha sido una total amargura. Ella la "pintora" como la llamo, me obliga a ser perfecta, para que me acepten, para sobresalir sobre ella.
-Entiendo. Si consigues, sin salir de tu casa, hacer un sendero, e ir a un lugar de ensueño donde las estrellas más brillantes no son las más grandiosas, la pintora deja de existir, pero ten cuidado y cuídate, la pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble.
Más tarde en su casa, la pulga, intentó hacer lo que refirió el sabio.
Su infancia, allí apareció ella, la imperdonada, que le obligó a cambiar.
Su adolescencia, todos sus amigos habrían sido seguramente una falsa.
Su madurez, su mujer, sus hijos, esto era lo más grave. Los versos que le dedicó a su mujer para conquistarla: "Distante hasta el fin de los tiempos llevaré conmigo todo el amor que me distes y recordaré tu voz para que me de serenidad y una razón para vivir". Se enamoró de él por el oro, un oro que no era real.
Habían pasado veinte años y la pulga iba a abandonar cuando vio una imagen: era él, su familia, sus amigos y la pintora, todos juntos, pero había una peculiaridad: en la punta de su dedo no había oro...
La pintora ya no existía, ¡o quizá nunca existió?, solo sabía que ahora daba igual de que lado soplase el viento, en que dirección lo acompañasen las nubes, pues ahora le tocaba a él, sin fronteras, se quitó el oro y salió a la gran ciudad para que todos lo viesen marcharse.
-Hoy -empezó a decir la pulga- que el llanto de las aves se intuye por el gemido y no por las lágrimas, me voy. Hoy, que descubro que no ha habido razones para ser infeliz, que puedo perdonar a los imperdonados y hoy, que descubro que la estrella que más brilla no es la más grandiosa, me voy en paz. A todo el mundo y a todos mis amigos, os quiero, pero debo partir. Estas son las últimas palabras que diré y me liberaran. Por favor sonrían, sonrían cuando piensen en mí, mi cuerpo se va eso, es todo.

Irse es cosa fácil, pero lo que dejas atrás es lo más duro.

Todos los vecinos volvieron a sus casas, mientras las lágrimas turbias de tristeza inundaban las calles, y el filósofo terminaba de pensar.

(Primer premio del concurso Jóvenes Talentos Coca Cola 52º edición de los pueblos de Córdoba)

No hay comentarios:

Publicar un comentario