viernes, 22 de febrero de 2013

Los peces no cierran los ojos

"La grandeza de un hombre se mide por su capacidad de no responder al odio con más odio" Erri de Luca


    Erri de Luca, no descansa. A sus 62 años sigue escribiendo y no parece bajar el ritmo para nada. Novelista, poeta y traductor italiano, decide deleitarnos con su obra “Los peces no cierran los ojos”. Y así, mostrarnos una etopeya (más que un retrato) de lo que fue él con diez años, y el verano que pasaba pegado a las revistas de pasatiempos, que habría de marcar su vida.
   Marcar su vida, pues así lo muestran las constantes comparaciones con el presente que realiza a lo largo de la obra. Saltos de cincuenta años para mostrarnos las cosas que cambiaron en su vida y las que se mantienen iguales hasta hoy.
    A los diez años, con un año de antelación, Erri pasa a realizar la educación media. Allí, mirando a los demás chicos acercarse al “sexo opuesto”, como dice él mismo, se empieza a dar cuenta de que todo cambia a los diez años, y de que los adultos no son nada más que niños deformados. Leyendo los libros de su padre, en especial gracias a El Quijote, entiende como piensan los adultos. Y lo que es más importante, a comportarse para ser bien aceptado y no parecer un pedante.
    El verbo mantener, su favorito. En ningún momento se especifica realmente por qué. Pero conforme avanza la historia cada lector puede sacar sus propias conclusiones acerca de este verbo, que como muestra el autor, tiene mucho que mostrar.
     La justicia. Un sentimiento que aparece a los diez años siempre y cuando no se carezca de arrebato de amor. Y aun ahora, como muestra la entrevista que le fue realizada por el ABC, Erri de Luca afirma que lo que no ha cambiado respecto al niño de diez años asustadizo y con ganas de crecer, es el sentimiento de la justicia.
     Pero no fueron estas razones, las que cambiaron su vida. Ni tampoco, la decisión que se le plantea a la madre de Erri, y que dejándola en manos del niño, éste se enfrenta sin saberlo, a uno de los mayores dilemas de su vida. Nada de esto fue lo que hizo que este verano perdurase en su mente por el resto de su vida. Sin duda, para saber lo que fue, nada mejor que iniciarse en la lectura de esta corta y simple, pero bella obra.
    Desde mi punto de vista, “Los Peces no Cierran los Ojos” es el claro ejemplo de como una historia simple bien contada se convierte en obra de arte. Me explico. Al principio, puede parecer que el verano de un chico de diez años, no puede ofrecer mucho al lector. Bien es cierto, que poco se sale del argumento de este verano, por lo que a veces, puede parecer un poco monótono. Pero no es hasta que terminas el libro, cuando te das cuenta de que es como si tú mismo hubieras vivido esas experiencias.
     Esto es, en mi opinión, lo que hace de este libro algo diferente. Algo nada comercial. Se nota que el autor no escribió buscando que fuese un “top ventas”. Si vas esperando un gran final, una gran intriga, una enorme trama, no la encontrarás precisamente aquí. Aquí lo que hay es una historia bien contada, como nadie hubiera sido capaz de narrarla, aunque la hubiera vivido en sus propias carnes.
     Recomiendo, claro, leerlo, pero sabiendo lo que realmente es la obra. Entrar en el contexto e ir buscando captar los sentimientos que aquí se transmiten.