lunes, 3 de noviembre de 2014

Las democracias se han suicidado.

   Hasta que nos dimos cuenta de que la democracia no era el sinónimo de la libertad ni de que el pueblo tuviese el poder. Porque por desgracia los enemigos del pueblo parece ser que también forman parte del pueblo y por consiguiente tienen derecho a voto. Y la única manera de que esto no ocurra es elevar a todas las personas de una nación a la posición de ciudadanos medios. La desigualdad se delimita primero por la condición del poder, que es dado por el dinero. Así el dinero vuelve a ser el condicionante de todo, y hay gente que aun defiende su libre albedrío (quién sabe, quizá algún día este caiga en mis manos).
   Nadie ha votado este sistema económico. Nadie ha votado ser una victima más del sistema que más esclavos ha aniquilado desde el Congo Belga hasta Alemania, porque aunque no lo crean los tiempos siguen igual, los intereses son los mismos, solo que ya no está de moda cometer un genocidio hacia un pueblo para quitar lo recursos naturales.
  Los oprimidos cambian cuando ya no tienen nada para los opresores que son siempre los mismos, y lo peor es que nosotros formamos parte de los opresores, de los países libres, tan libres que ni siquiera arrebatando las libertades de una nación extranjera son capaces de conseguir que los niños de su país tengan dos pares de zapatos y libros para la escuela. Y si un país extranjero se revela y dice basta a esta situación, él es el anti democrático, el estalinista y el nostálgico de la unión soviética.
   Y por último recordar, que esto pasa en las democracias, el sistema menos malo y el más libre y maravilloso del mundo.