lunes, 15 de enero de 2018

Carnavales en blanco y rojo

   El día más difícil de mi vida fue aquel en el que tuve que explicarle a mis hijos por qué indultamos al asesino del abuelo. Los ricos de las colonias iban a la ciudad, donde no eran tan ricos, y los pobres de la ciudad iban a las colonias, donde no eran tan pobres. Nosotros éramos de estos últimos, el asesino, de los primeros. Dejamos de ser pobres, dejamos tanto de serlo que mi padre me compró mi primer disfraz, y él se compró el suyo. Esperaba con anhelo que llegase la fiesta, y que mi padre a base de la costumbre, acabase por sucumbir a los rasgos asiáticos de las camboyanas y encontrase por fin una mujer que le hiciese compañía en su vejez.
   Dos de los niños tenían memoria para recordar a mi padre, la más pequeña no, le tocó quedarse con el recuerdo que yo le construí de él, quizá idealizado con el paso del tiempo. Quién me iba a decir que quien se enamoraría en aquella fiesta de disfraces iba a ser yo y no el abuelo.
   "Jugamos a ser burgueses", pensé cuando vi a mi padre disfrazado. La ridiculez del traje le hacía aun más entrañable. Monóculo, chaleco de fieltro, sombrero de copa, lo que para algunos es un disfraz, para otros un uniforme. No se imaginan lo placentera que es la tolerancia, el respeto mutuo, el ver como personas con tan poco en común, bailan, beben y ven todo fluir. Allí tuve esa sensación, aquello que se siente cuando todos los pájaros callan, cuando las ramas de los árboles ya no crujen, cuando los perros se esconden atemorizados, cuando la quietud no nos deja ver que estamos dentro del ojo del huracán. Y allí se acercó a mi.
   "Nunca he hablado con una burguesa", fue su carta de presentación. No sé por qué, tuve la ocurrencia de contarle que en Camboya no nevaba, que echaba de menos cuando nevaba en Francia y que por supuesto yo no era una burguesa. "¿De qué color es la nieve?", "Blanca como la nieve", le contesté. "O como tú".
   "Hay algo que tengo que decirte" pudo ser su carta de despedida. "Soy marxista" y empecé a reír sin entender por qué ponía tanto énfasis en algo que era tan obvio. "Puedo cambiar cualquier cosa sobre mí menos lo que soy, si vamos a estar juntos debes saber que en cualquier momento pueden matarme". Vamos a ganar la guerra.
   "Se han llevado a mi padre, están matando gente". Y él me miraba con vergüenza y decía "En Kapuchea no se ha matado nadie que no sea vietnamita". Y nos mirábamos pidiendo clemencia al tiempo recordando el carnaval de veinte años atrás. Lo imaginaba vestido con su disfraz, imaginando la nieve que en su vida había visto y que nunca vería.