jueves, 4 de junio de 2015

Orgullo (VIII)

   Ni el amor ni la amistad son para siempre, pero el orgullo sí. Cuántas veces me habrás escuchado decir esa frase. Y es que no fue hasta que me di cuenta de que mi propio orgullo no puede estar por encima mía, no empecé de verdad a verlo todo tal y como era y a darme cuenta de la buena persona en la que me estabas convirtiendo. Pero no he podido luchar contra mi naturaleza. De nada sirve ser impulsivo, pero incluso sabiéndolo no escuchas a esa voz de dentro que te recuerda como eres y como debes ser realmente. Mas yo lo fui, y ahora la sensación vuelve a ser la de siempre. Eres en lo último que pienso cuando me acuesto y en lo primero cuando me levanto, y no me gusta, no quiero seguir así. Ojalá todo fuera mentira, y tu me lo pudieses aclarar, pero he debido de echarlo todo a perder, lo siento. Pero solo espero que el perdón humano nos libre y se haga partícipe en este pobre orgulloso que no hace más que ver como se equivoca con todas sus acciones.

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