Erri
de Luca, no descansa. A sus 62 años sigue escribiendo y no parece
bajar el ritmo para nada. Novelista, poeta y traductor italiano,
decide deleitarnos con su obra “Los peces no cierran los ojos”. Y
así, mostrarnos una etopeya (más que un retrato) de lo que fue él
con diez años, y el verano que pasaba pegado a las revistas de
pasatiempos, que habría de marcar su vida.
Marcar
su vida, pues así lo muestran las constantes comparaciones con el
presente que realiza a lo largo de la obra. Saltos de cincuenta años
para mostrarnos las cosas que cambiaron en su vida y las que se
mantienen iguales hasta hoy.
A
los diez años, con un año de antelación, Erri pasa a realizar la
educación media. Allí, mirando a los demás chicos acercarse al
“sexo opuesto”, como dice él mismo, se empieza a dar cuenta de
que todo cambia a los diez años, y de que los adultos no son nada
más que niños deformados. Leyendo los libros de su padre, en
especial gracias a El Quijote, entiende como piensan los adultos. Y
lo que es más importante, a comportarse para ser bien aceptado y no
parecer un pedante.
El
verbo mantener, su favorito. En ningún momento se especifica
realmente por qué. Pero conforme avanza la historia cada lector
puede sacar sus propias conclusiones acerca de este verbo, que como
muestra el autor, tiene mucho que mostrar.
La
justicia. Un sentimiento que aparece a los diez años siempre y
cuando no se carezca de arrebato de amor. Y aun ahora, como muestra
la entrevista que le fue realizada por el ABC, Erri de Luca afirma
que lo que no ha cambiado respecto al niño de diez años asustadizo
y con ganas de crecer, es el sentimiento de la justicia.
Pero
no fueron estas razones, las que cambiaron su vida. Ni tampoco, la
decisión que se le plantea a la madre de Erri, y que dejándola en
manos del niño, éste se enfrenta sin saberlo, a uno de los mayores
dilemas de su vida. Nada de esto fue lo que hizo que este verano
perdurase en su mente por el resto de su vida. Sin duda, para saber
lo que fue, nada mejor que iniciarse en la lectura de esta corta y
simple, pero bella obra.
Desde
mi punto de vista, “Los Peces no Cierran los Ojos” es el claro
ejemplo de como una historia simple bien contada se convierte en obra
de arte. Me explico. Al principio, puede parecer que el verano de un
chico de diez años, no puede ofrecer mucho al lector. Bien es
cierto, que poco se sale del argumento de este verano, por lo que a
veces, puede parecer un poco monótono. Pero no es hasta que terminas
el libro, cuando te das cuenta de que es como si tú mismo hubieras
vivido esas experiencias.
Esto
es, en mi opinión, lo que hace de este libro algo diferente. Algo
nada comercial. Se nota que el autor no escribió buscando que fuese
un “top ventas”. Si vas esperando un gran final, una gran
intriga, una enorme trama, no la encontrarás precisamente aquí.
Aquí lo que hay es una historia bien contada, como nadie hubiera
sido capaz de narrarla, aunque la hubiera vivido en sus propias
carnes.
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